Las teorías 'neurosexistas' tan de moda en los últimos años tienen poca base científica. Las diferencias con los hombres pueden surgir de la educación y no tienen efectos comprobados.
Ni los hombres vienen de Marte ni las mujeres de Venus. Así de claro lo deja la neurocientífica británica Gina Rippon, dándole la vuelta al titular de un libro superventas que argumenta que hombres y mujeres tienen capacidades distintas porque sus cerebros son distintos. Rippon es una de los rebeldes del neurosexismo, investigadores que han dicho «basta ya» a los tópicos sexistas que se justifican sacando a colación las neurociencias. Ideas como separar a niños y niñas en la escuela «porque sus cerebros son distintos» o justificar que haya pocas ingenieras y matemáticas porque sus capacidades cognitivas son de otro tipo. Rippon explicó su opinión en el Congreso de mujeres matemáticas europeas que se celebró la semana pasada en el Centre de Recerca Matemàtica, en el campus de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), en Bellaterra.
En un experimento del 2006 se planteó un test de matemáticas a dos grupos de escolares. Antes de la prueba, al primer grupo se le dijo que las mujeres solían hacerlo peor que los hombres, y al segundo lo contrario, lo que Rippon llama una «amenaza de estereotipo». Ello no solo afectó a los resultados -las chicas del primero lo hicieron peor que las del segundo-, sino que incluso las imágenes de escáner cerebral sacadas durante el test a algunas voluntarias revelaron distintos patrones de activación. «Imagina qué efectos puede tener en el largo plazo la exposición constante a mensajes como este», afirma Rippon, enseñando la foto de una camiseta rosa con la frase «Soy demasiado guapa para hacer matemáticas».
Estructuras diferentes
La explosión de las modernas técnicas para medir y visualizar el cerebro ha revelado que el masculino tiene algunas estructuras de magnitud distinta o conectadas de manera diferente respecto al femenino. Algunos científicos, divulgadores y políticos se han agarrado a estas diferencias para explicar como algo natural las desigualdades entre hombres y mujeres, y de ello ha surgido una exitosa literatura sobre el cerebro femenino, el sexo en el cerebro y otras fórmulas populares.
Sin embargo, argumenta Rippon, quizá son justamente esas desigualdades las que generan algunas de aquellas diferencias. «El cerebro es plástico: hay estudios con taxistas, malabaristas y jugadores de Tetris que demuestran que durante el aprendizaje de estas tareas el cerebro cambia de patrones de activación e incluso de estructura: por ejemplo, los taxistas desarrollaban un ligero crecimiento en una zona relacionada con la orientación», argumenta la científica.
«Las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres son casi inexistentes. Son mucho más importantes las diferencias individuales», afirma Cornelia Fine, neurocientífica y autora de Cuestión de sexos (Roca Editorial), libro que en el 2010 plantó cara al neurosexismo. «Hoy en día, no hay ninguna diferencia sexual en el cerebro que se relacione claramente con la manera de pensar o de sentir», afirma la investigadora.
¿Por qué algunos científicos insisten en los tópicos neurosexistas? «Los investigadores tienen una enorme presión para publicar cuantos más artículos científicos puedan y es fácil publicar uno si se encuentra un indicio de diversidad por sexo», afirma Fine. Haciendo solo comparaciones por sexo, se pierden de vista otras clasificaciones, como la diferencia entre visualizadores y verbalizadores, apunta Rippon, u otras experiencias de género, según Fine.
«Es posible que exista un límite natural a la igualdad de género, pero actualmente no hay evidencia científica de ello», afirma Fine. «No quiero corrección política, sino corrección científica», concluye.
(Fuente El Periódico.com)
Estructuras diferentes
La explosión de las modernas técnicas para medir y visualizar el cerebro ha revelado que el masculino tiene algunas estructuras de magnitud distinta o conectadas de manera diferente respecto al femenino. Algunos científicos, divulgadores y políticos se han agarrado a estas diferencias para explicar como algo natural las desigualdades entre hombres y mujeres, y de ello ha surgido una exitosa literatura sobre el cerebro femenino, el sexo en el cerebro y otras fórmulas populares.
Sin embargo, argumenta Rippon, quizá son justamente esas desigualdades las que generan algunas de aquellas diferencias. «El cerebro es plástico: hay estudios con taxistas, malabaristas y jugadores de Tetris que demuestran que durante el aprendizaje de estas tareas el cerebro cambia de patrones de activación e incluso de estructura: por ejemplo, los taxistas desarrollaban un ligero crecimiento en una zona relacionada con la orientación», argumenta la científica.
«Las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres son casi inexistentes. Son mucho más importantes las diferencias individuales», afirma Cornelia Fine, neurocientífica y autora de Cuestión de sexos (Roca Editorial), libro que en el 2010 plantó cara al neurosexismo. «Hoy en día, no hay ninguna diferencia sexual en el cerebro que se relacione claramente con la manera de pensar o de sentir», afirma la investigadora.
¿Por qué algunos científicos insisten en los tópicos neurosexistas? «Los investigadores tienen una enorme presión para publicar cuantos más artículos científicos puedan y es fácil publicar uno si se encuentra un indicio de diversidad por sexo», afirma Fine. Haciendo solo comparaciones por sexo, se pierden de vista otras clasificaciones, como la diferencia entre visualizadores y verbalizadores, apunta Rippon, u otras experiencias de género, según Fine.
«Es posible que exista un límite natural a la igualdad de género, pero actualmente no hay evidencia científica de ello», afirma Fine. «No quiero corrección política, sino corrección científica», concluye.
(Fuente El Periódico.com)
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